A partir de allí, abordan un derrotero latinoamericano y lúdico, sensible y mágico, elástico y fantástico, en una atmósfera onírica con un imaginario que –por momentos– remite en su esencia (como conexión metafísica) a los cuentos de los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen o del mismo Lewis Carroll. El Botis, juglar, compositor y puppet master de esta extraña y fascinante big band, crea un ambiente de compleja kermés musical: se sube a un carromato imaginario para montar allí performances cuasi teatrales, extemporáneas e hipnóticas. Hay canciones sencillas y arreglos sofisticados, que construyen un abanico de parentescos que va de la psicodelia progresiva de Gong a la melancolía de Lisandro Aristimuño.
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